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Amalia

Hola, les quisiera contar la breve historia de Amalia, una joven y gran mujer…


Allá por el '88, en una tarde de domingo, creo que de abril, apareció toda despeinada y a los gritos Amalia. Fué una más, una niña como todas las demás, esas de batita rosada y chupete con muñequitas.


La vestían como a todas las demás, vestiditos y colitas rosas en el pelo. Creció mirando esas pelis de Disney, aquellas que hablaban de amores principezcos, donde la damisela siempre fue la frágil y dependía del valiente caballero, que a caballo y con brillante armadura, llegaba raudo a su rescate.


Formaba parte de la familia tipo, papá trabaja todo el día para traer el pan a casa y mamá se encargaba de ella y de las tareas del hogar y así todos super felices... Bué, no todos...

A pesar de toda esa “infraestructura creada” a su alrededor, donde las muñecas adornaban los estantes y los peluches copaban la cama, Amalia no estaba a gusto, sentía que muchas cosas no estaban bien.

En la escuela jugaba a saltar la cuerda y cuando faltaba uno, se vestía de futbolista.


Toda su vida fue así, las nenas sólo hacen cosas de nena, no estaba bien visto andar jugando a la pelota ni a los autitos, mucho menos andar trepando árboles. Invitar amigos varones a jugar a casa!? Negativo!


A medida que los años pasaron Amalia fue cambiando y dejando las barbies y los peluches de lado, igualmente nunca estuvo del todo a gusto con ellos.

Cierto día de su preadolescencia, con un montón de dudas en su tintero decidió encarar a su madre, quería saber qué estaba pasando, sentía que estaba haciendo las cosas mal...


-Mamá, te puedo hacer unas preguntas?

-Si amor, decime...


Unos segundos de un silencio incómodo llenaron el momento.


-Por qué te molesta si juego a la pelota o a los autitos con los varones!?

-Porque esos son juegos de varones y ellos son brutos, las nenas se pueden lastimar jugando así...

-Y ellos también mamá! cuál es la diferencia??


Les pasó alguna vez de quedar cortado por una par de palabras milimétricamente calculadas para pegar donde más jode? Bueno, así se sintió la madre de Amalia ante esa respuesta.


-Sí hija, ya sé, pero... pero las mujeres no hacen esas cosas, para jugar tenes las muñecas "que con tanto sacrificio te compró tu padre"...


Esa tarde Amalia, sin quererlo, le había pasado algunas de sus dudas a su madre...

La vida de Amalia siguió su curso pero ya no desde el ideal de la "niña rosa", empezó a estar y a hacer lo que le gustaba y lo que quería, sea "de nena o de varon". Ella había entendido que lo único que diferenciaba a la mujer del hombre eran sus genitales y que ella podía albergar vida dentro de si, pero que después eramos iguales en todo.


Su familia no aceptaba mucho su forma de ser o pensar, y a veces la sociedad tampoco, pero Amalia siempre se creyó firme y capaz, ni mejor ni peor que nadie, pero sabiéndose igual que todos... Viéndose MUJER.


Lo lindo de esta MUJER es que un día, si ella así lo decide, será madre, de sangre o de corazón y que esa personita crecerá con una enseñanza totalmente distinta. Una enseñanza de igualdad, de entendimiento, de espacios y de respeto.


Ser mujer no es sinónimo de fragilidad, ni de cocina, ni de mamá ni de nada, ser mujer ya no debería de creerse sinónimo alguno siquiera... Seamos personas diferentes pero como iguales.


Marcelo Pereyra.




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