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Espejito de Latón

Foto del escritor: Marce Pereyra.Marce Pereyra.


Lo que les voy a contar a continuación dicen que está basado en hechos reales, yo no puedo asegurarlo, pero si es así…


Esto ocurrió por allá por la década del 60 en un viejo convento de la capital, que a su vez hacia las veces de orfanato. El edificio era de la época colonial y albergaba 5 niños, todos varones. Eran 4 hermanos, Felipe de 10, Josué de 8, Víctor de 6 y Miguel de 5. Por último estaba él, un casi recién llegado, muy introvertido pero muy cariñoso, ese es Camilo y tiene 6 años.


El predio donde se ubicaba el convento estaba rodeado de árboles, con un frente enorme, casi tan grande como el fondo, mucho verde y flores digamos.

La rutina de los niños era bastante tranquila. A la mañana tenían materias como en una escuela normal y en la tarde una doctrina católica como no podía ser de otra manera. Después atendían la huerta o ayudaban en las tareas propias del lugar.


Estos niños habían pasado por situaciones muy traumáticas antes de su llegada al orfanato y su adaptación no fue fácil.

No todos logran sobreponerse a ciertos shocks y mucho menos siendo niños.


Miguel, Víctor, Josué y Felipe llegaron después de que un día su madre matara a su esposo e intentara matarlos también, pero fue evitado gracias a que uno de ellos pudo salir de la casa y pedir ayuda mientras sus hermanos estaban escondidos. La policía llegó, redujo a la madre y al no tener otro familiar, los niños fueron enviados al orfanato.


La historia de Camilo no fue tan terrorífica como la de los otros niños ya que a él lo habían encontrado unos granjeros caminando solito por la ruta, descalzo, con frío y hambre. Estas personas lo habían adoptado, pero fue llevado al convento después que la policía encontrara al matrimonio sin vida en su cama, como si hubiesen pasado de un sueño al otro.


La vida de este chico no parece rodeada de misterio y tragedia…

Camilo fue el último en llegar, y aunque a él no le costó adaptarse a la convivencia, si fue así para los demás niños.

Los 4 hermanos tenían como “líder” a Felipe, el hermano mayor, un chico conflictivo y bastante bravucón con aires de macho alfa.

Sus hermanos hacían lo que él decía y cuando él lo decía también y pobre del que no…


Camilo intentó integrarse a su nueva familia y ser aceptado. Él siempre estaba alegre y nunca desobedecía a sus mayores, colaboraba con todo y todos.


Por más que nos esforcemos a veces nada es suficiente y esto era lo que le ocurría al pobre Camilo.

Felipe no aceptaba “al nuevo” en su grupo, no lo dejaba integrarse en nada y siempre fue relegado en todas las actividades, siempre era el último para acceder a todo. Los demás hermanos no eran tan así con él pero como su hermano mayor dominaba nada podían hacer, le tenían mucho miedo, Felipe era muy malo a veces con ellos.


En determinado momento Camilo ya se había resignado a ser siempre el “patito feo” del grupo, con el que nadie juega o habla.

Él nunca fue de hablar mucho, pero estos desprecios que recibía no tenían justificación.


Una templada tarde de abril, de esas que estiran la sensación de verano, los niños jugaban en el jardín trasero. Los 4 hermanos jugaban a la pelota, el famoso 2 contra 2 y a Camilo pobre, no lo dejaban ni mirar de afuera, Felipe lo echó como a un perro…


Pobre de esas almas que con una sonrisa en la cara buscan ser amadas y sólo encuentran vacíos…

Camilo ante el rechazo se fue por ahí a jugar a quién sabe qué ya que no tenía juguetes y ni pensar que le prestaran alguno.

Es un parque enorme, de árboles muy muy viejos, de flores de muchos colores y de un silencio tan grande que hasta el movimiento de los pájaros en las ramas podía escucharse.


Caminando y pateando piedritas, o buscando plumitas de algún pajarito, o simplemente sentadito a la sombra jugando a imaginar, era como pasaba generalmente los ratos de ocio Camilo.

Esa tarde había estado jugando a que era un valiente espadachín que con su afilada espada y su enorme escudo, que no eran más que una ramita de sauce y una hoja de palma, combatía a dragones legendarios.

Tan sumergido estaba en sus batallas que sin querer había llegado al fondo del predio donde había un gran muro de ladrillos y piedra.


Al verse contra tal frontera Camilo decidió inspeccionar, después de todo, qué puede ser peor que esos enormes dragones??

Esa construcción se veía muy antigua y algunas partes del muro estaban bastante derruidas, pero aún se mantenía en pie. En determinado momento Camilo se encuentra con un pequeño portón y del otro lado del portón, a escasos centímetros, algo que brillaba. Al ver ese objeto el niño se arrodilló, sacó su brazo por entre los barrotes del portón e intentó alcanzar eso que brillaba tanto.

Su pequeño brazo no fue suficiente y se tuvo que valer, una vez más de su espada, esta vez transformada en ramita de sauce ya que no había dragones en la vuelta.


El niño logra llegar a ese objeto y con la ramita empieza a acercarlo hasta que finalmente puede hacerse con él.


Lo que Camilo encontró era un pequeño espejo de metal, como de latón, no más grande de los que llevan algunas mujeres en su cartera.

Al niño le llamó la atención y como no tenía juguetes decidió quedárselo.


Estaba algo rayado y sucio pero Camilo lo dejó como nuevo y andaba con él para todos lados, era su pertenencia más valiosa digamos.

Desde ese día a Camilo ya no le importaba mucho que no lo dejaran jugar con los demás, ahora tenía con que entretenerse. Le gustaba reflejar rayos de luz y hacer puntería a algún lugar lejano, a veces conversaba con él mismo inventando charlas.

Un día estaba jugando entre los árboles, enfrascado en batallas imaginarias o vaya a saber uno en que viaje, y aparece Felipe atraído por la intriga.


-Con qué estás jugando enano!? Dale hablá!


Camilo asustado no dijo nada, solo se paró y agachó la cabeza.


-Dale che, qué es eso que tenés ahí?? Dámelo!


No terminó de decir eso y le arrebató el espejito de las manos bruscamente, lo revisa y viendo que no era más que un pedazo de latón, despectivamente mira al pobre niño y le dice:


-Qué raro vos jugando con porquerías!


El destrato era tan feo, que esta vez logró hacer llorar a Camilo…

Después del mal momento que lo hizo pasar, Felipe se va pero no sin antes tirar el espejo contra un árbol con gran violencia.


Las lágrimas caían de esos ojitos como un río, marcando su recorrido por la carita de Camilo.


Después que se fue el molesto niño Camilo salió corriendo a buscar su juguete, pensándolo destruido, pero no, estaba intacto. Al ver esto la alegría devolvió color al rostro de Camilo.


Él se repuso del mal momento pasado y siguió jugando, sin tanta energía, pero aún con ganas.


En determinado momento Camilo sintió una brisa fría y una voz que le dijo “tranquilo, yo te cuidaré…”


Camilo miró para todos lados, izquierda derecha, arriba abajo y nada, nunca vio a nadie y pensó que era alguna otra broma de los otros niños.


Los días pasaron y el comportamiento de Camilo cambió notoriamente, se lo veía más y más sumergido en si mismo y no se despegaba nunca de ese espejito. Muchas veces lo habían encontrado hablando solo, a veces riendo a carcajadas y otras mirando fijamente la nada.


Los demás niños viendo esto comenzaron a molestarlo aún más, le hacían bromas muy pesadas y le ponían sobrenombres como Zombie, Loquito, Fantasma, etc. Todo esto casi que ya no le importaba a Camilo, sólo los miraba fijamente muy enojado, guardaba su espejito en el bolsillo y se iba.


Un día Josué, que vendría a ser el segundo al mando en el grupo de hermanos, bromeando le tiró una piedra y le pegó en la cara provocándole un corte y tuvo que ser atendido por una hermana del convento. Mientras la hermana superiora atendía a Camilo intentó charlar con él.


-Y contame Camilito, por qué te pelean esos niños?


Camilo no respondió y evitaba cruzar miradas siquiera.

La hermana vuelve a intentar hablar.


-Me mostrás que es eso que tenés en la mano?


Increíblemente Camilo la miró, abrió su manito y le mostró.


-Éste es mi amigo, él me cuida…


Lejos de entender la hermana quedó más desconcertada aún.

Camilo le vuelve a mostrar el espejito y le dice:


-Mi amigo que vive en el espejo me dijo que no tenga miedo, que él se encargará de todos los que me hagan daño…


Al escuchar eso un aire helado cruzó por la nuca de la hermana superiora que apretó su Rosario y salió corriendo asustada dejando al niño solo.

Una noche mientras todos dormían Josué se despertó porque sintió que lo habían tocado, intentó sentarse en la cama pero no pudo, tenía un enorme peso encima y el cuerpo no le respondía. Intentó gritar y no pudo, apenas podía mover los ojos, estaba consciente pero paralizado.

En determinado momento logra ver una sombra en el suelo y sintió mucho frío, como si se le helara la piel.


Aún sin poder moverse o emitir un ruido siquiera y con el terror corriendo por sus venas, siente como alguien o algo se sienta en la cama a su lado.

Intentó hablar y nada, sólo emitía leves gemidos y sólo podía llorar al verse indefenso…

Sintió como una mano fría recorría su espalda y llegaba a su pelo para luego escuchar una voz en su oído que le dijo:


-Hola hijo, vine por ti, vine a buscar al niñito de mami…


Lo que Josué escuchó era la voz de la madre, esa que había matado a su padre y de la que habían escapado aquella vez.

Josué lloró y lloró inmóvil e indefenso, mientras el frío lo abrazaba. Tanto era el miedo, que Josué cerró los ojos y se entregó…

El frío cesó, las lágrimas se secaron y esa sombra se fue... Aunque no sola, se había llevado a Josué.

A la mañana siguiente uno de los hermanos intentó despertar al niño, pero nada, fue imposible, estaba muerto… El convento estaba consternado por el hecho y los doctores no supieron decir la causa de la muerte, dicen que pasó de un sueño al otro.


Los pobres niños tuvieron que pasar nuevamente por una trágica perdida y el dolor se apoderó de ellos.

Unos pocos días después, Felipe pasaba por una de las salas de estudio y escuchó unas risas, se acercó y vio a Camilo riéndose a carcajadas solo.

Viendo esto Felipe entra bruscamente al cuarto, cierra la puerta y con los ojos llenos de odio encara a Camilo.


-De qué te reís eh!? Te reís que se murió mi hermano!? Eh bobito!? Contestame!!


Camilo no emitía sonido alguno, ni siquiera lo miraba, pero esto no evitó que Felipe le pegara…

Después de haberle pegado y dejándolo llorando en el piso Felipe se va, Camilo sacó su espejito del bolsillo donde lo había escondido, lo apretó fuerte en su mano, secó sus lágrimas y se fue a su cuarto.

Tarde en la noche y con todo en silencio Felipe decide ir a la cocina a tomar agua.

En cierto momento sintió una brisa fría en la espalda, pero no le dio mucha importancia, creyó que estaría alguna ventana abierta, así que tomó agua y emprendió la vuelta.


Llegando a las habitaciones ve como una sombra pequeña se mete corriendo al cuarto y pensó que era alguno de sus hermanos, o mejor aún, Camilo…


Rápidamente fue tras lo que vio, entra al cuarto, prende la luz y cierra la puerta. Buscó y buscó pero no encontró a nadie, pensó que estaba loco, que veía cosas. Resignado quiere volver y cuando toca la puerta la luz se apaga, la brisa helada se vuelve a sentir y el temor se empieza a apoderar del gran Felipe.


Trató de todas formas de abrir la puerta, gritó y gritó, pero nadie escuchó nada. Sintió como sus piernas se aflojaban y se sentó en el piso. El frío aumentó y él ya no se podía mover o hablar, entonces ve una sombra que se acerca...

Para ese entonces el miedo era terror y llanto, algo de lo que Felipe quería huir desde aquel día que dejó su casa.


La sombra se acercó tanto a Felipe que casi estaba en él, lo rodeó y con una voz de niño le dice:


-Vení, vamos a jugar, está tu papá y tu hermanito acá también…


Felipe finalmente cerró sus ojos…


Al otro día es encontrado por la hermana superiora que entró a la habitación a limpiar.

El terror y los gritos golpean nuevamente a la casa de Dios, nadie podía creer lo que había pasado… otra vez.


Los médicos no dieron un diagnóstico exacto, dijeron que probablemente debido a la angustia por la muerte de su hermanito el corazón de Felipe falló y le provocó la muerte.

A todo esto Camilo miraba desde lejos, escondido a medias atrás de una columna y con su espejito asomando en su bolsillo. Un momento después Camilo sale corriendo, se mete en su cuarto y se echa a llorar en su cama.


-Por qué? No lo hagas más!


El pobre niño ya no quería ver más estas cosas, ya había vivido más tragedias que cualquier adulto promedio y se sentía culpable.


Fue tanto el dolor que sintió, que deseó lo mejor para todos y lo peor para él…

La temperatura bajó estrepitosamente y los susurros se hicieron gritos en los oídos de Camilo. A parte de todo esto, Camilo ve una figura escondida en una sombra que a los 2 segundos estaba rápidamente sobre él.


Increíblemente Camilo lejos del miedo la recibió con una sonrisa, después de todo se conocían…

-Camilo, por qué me pedís esto?

-Porque estoy cansado, me duele perder… quiero paz por favor...


La miró en silencio, cerro sus ojitos y extendió su mano, no tenía que temer.

Y eso fue lo último que se de él, nunca nadie lo volvió a ver ni tampoco se encontró el espejito.

Muchos creyeron que se escapó asustado por los recientes hechos aunque nunca nadie lo buscó de verdad.


Muchas almas llegan sin hacer ruido y viven siendo ignorados pero con una sonrisa siempre.


Marcelo Pereyra.





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